Entre pedazos de concreto
y ladrillos descoloridos,
las nubes se tiñen de grises
y el sol se esconde triste.
La luz lucha, pero no alcanza
fea y empolvada,
atraviesa los cristales, se pierde en la nada.
Hace mucho sólo existimos en los cuadros;
nos gobernó la realidad aumentada.
Las familias se reúnen bajo galerías enmarcadas:
lienzos, paños,metacrilato y aluminio,
con un chasquido de dedos consiga un telón de fondo para sus hijos.
Tan sólo la memoria de los más ancianos
se tinta de bermellones.
La batalla la ganaron el hormigón,
la sierra
y los demoledores.
Creímos que gobernaríamos y al final lo hicimos,
la naturaleza contenida nos quitó por fin el vilo.
En las salas de las casas se alzan los jardines isabelinos
y en las paredes de los más intrépidos
un bosque salvaje que produce escalofríos.
Colonizamos lo salvaje
y encapsulamos la experiencia religiosa
ya no hay más que bosques que exudan trementina
y océanos inundados de tinta.
Fea y empolvada,
la luz lucha, pero no alcanza.
Atraviesa los cristales, se pierde en la nada.
Hay algo que me parece curioso y es que cuando yo pienso en “el mundo” mi cerebro hace inmediatamente un ejercicio de abstracción. Me veo fuera de él, yo no soy ese mundo, ni tampoco parezco formar parte de. Lo veo siempre desde la perspectiva de los satélites: inmenso, compacto, estable, imperecedero. Aunque sé que el tiempo corre sin tregua, su imagen parece estar suspendida. No llega a ser más que el telón de fondo que se apaga o ilumina según la hora de la función... creo que esto sucede porque hay algo en esos grandes nominativos como “Naturaleza”, “Mundo”, “Animal” y “Hombre” que me hacen sentir alejada de lo que enuncian, de lo que pretenden abarcar. El mundo en general ¿qué es? ¿Qué quiere decir eso? ¿A qué corresponde ese “eso”? ¿Es un quién? De nada sirve que al cerrar mis ojos pueda verlo suspendido y me cause conmoción. Si me quedo con esa imagen deificada en la distancia, con esa cosa tan inmensa y abstracta que me apabulla, no me siento capaz de devolver la mirada y responder.
Timothy Morton en The Ecological Thought propone precisamente que tenemos que superar la noción de la “Naturaleza” como imagen ideal, autónoma, lejana y misteriosa porque esta idea de la naturaleza nos impide conocer los pequeños detalles –la especificidad–que permiten que veamos y entendamos la naturaleza como algo que, en tanto cercano y sensible, se puede ver fácilmente impactado por nuestro actuar. Sin embargo, es interesante que la formulación central de Morton es que “the best environmental thinking is thinking big—as big as possible, and maybe even bigger than that, bigger than we can conceive” (20). Lejos de proponer que es imperativo observar y considerar todo desde lo más pequeño y específico, argumenta que hay que pensar críticamente en un todo porque aquello que nos concierne y debe preocuparnos es la coexistencia (2). “We can appreciate the fragility of our world from the point of view of space. Thinking big doesn’t prevent us from caring for the environment”Aunque“Distance doesn’t mean indifference, and coolness (using reason) isn’t coldness... We’ve lost a sense of the significance of events that appear on horizons” (24), dice Morton.
Timothy Morton en The Ecological Thought propone precisamente que tenemos que superar la noción de la “Naturaleza” como imagen ideal, autónoma, lejana y misteriosa porque esta idea de la naturaleza nos impide conocer los pequeños detalles –la especificidad– que permiten que veamos y entendamos la naturaleza como algo que, en tanto cercano y sensible, se puede ver fácilmente impactado por nuestro actuar. Sin embargo, es interesante que la formulación central de Morton es que “the best environmental thinking is thinking big—as big as possible, and maybe even bigger than that, bigger than we can conceive” (20). Lejos de proponer que es imperativo observar y considerar todo desde lo más pequeño y específico, argumenta que hay que pensar críticamente en un todo porque aquello que nos concierne y debe preocuparnos es la coexistencia (2).
“We can appreciate the fragility of our world from the point of view of space. Thinking big doesn’t prevent us from caring for the environment”
Aunque“Distance doesn’t mean indifference, and coolness (using reason) isn’t coldness... We’ve lost a sense of the significance of events that appear on horizons” (24), dice Morton. El problema no es ver desde lo lejos o pensar en grande. El problema reside en la idea de que la naturaleza es tan sólo las imágenes que podemos conjurar junto a la sensación de paz que sentimos al respirar aire puro en una montaña o el recuerdo inquietante de los torrentes de niebla en un páramo o en un cañón. Nosotros estamos en la naturaleza, somos parte de ella, y es clave dejar de pensar el mundo natural como un fondo de apariencia neutral en el que se producen los eventos de la vida humana. Para pensar y actuar según el principio de coexistencia la naturaleza no puede ser considerada como un mero escenario. Si bien es cierto que nos hemos tomado en diferentes épocas y desde diferentes perspectivas el tiempo de hablar, reflexionar e idear la naturaleza, en esa “naturaleza” que nos ha incumbido y por la cual nos hemos preocupado siempre ha habido en parte una cuestión cultural, un producto de los deseos, necesidades y las inquietudes del momento y un ejemplo de esto se encuentra claramente en la literatura y la arquitectura. Pasando por la naturaleza desbocada, indomable e imponente de los románticos, y por la naturaleza intervenida y modificada por el hombre en el modernismo, hasta el creciente interés y búsqueda de“lo salvaje”(“Wilderness”) en las últimas décadas, podemos ver que hasta ahora el mundo natural se ha pensado sobretodo en tanto espacio simbólico y espiritual de y para los humanos, como fuente de recursos y como territorio de conquista y prueba de supremacía de nuestra especie.
Todas estas aproximaciones a la naturaleza que acabo de nombrar tienen en común que a través de ellas nos hemos acercado a la idea del mundo natural, pero no a la naturaleza en sí.La naturaleza sí puede inspirarnos, apabullarnos, ser nuestra fuente de deleite y el lugar al que nos volcamos en búsqueda de una experiencia íntima y de elevación espiritual. Pero esto no significa que podamos perder de vista que la naturaleza es un cuerpo activo y vivo y no una herramienta para ser dominada, explotada, esencializada, ignorada o subestimada. La naturaleza es mucho más que la reducción y acercamiento enciclopédico que experimentamos en el jardín o que ese desierto salvaje que se erige como el último rincón del mundo que los humanos aún no hemos contaminado. Nuestro acercamiento a la naturaleza esconde su falta de naturalidad detrás de una máscara que es seductora porque parece muy natural, pero “As we gaze into the mirror it holds up for us, we too easily imagine that what we behold is Nature when in fact we see the reflection of our own unexamined longings and desires” (Cronon 1). Para poder ser capaces de devolver la mirada, responder y estar a la altura que se requiere, debemos primero centrar la atención en cómo interactuamos en y con nuestro medio y dejar de pensaren uno o en otro como agente. Debemos sabernos y entendernos como parte de un tejido en el que, para desarmarse, sólo basta con tirar de un hilo. Es preciso que hagamos una asimilación dentro de y con la naturaleza, un rechazo a la dominación y una negación del esencialismo para buscar una relación armoniosa entre esta red de vida que es el mundo natural.
Y entonces, sobre todo,
es preciso callar y ver
callar y devolver.
Devolver la mirada
y entender
que hay un fondo,
que no es telón de fondo,
al que no queremos caer.
Bibliografía:
Cronon, William. “The Trouble with Wilderness; or, Getting Back to the Wrong Nature”. New York: W. W. Norton & Co., 1995, 69-90
Morton, Timothy. The Ecological Thought. Harvard University Press, 2010.
Fotografías:
Manuela Joven
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