Moana, o Vaiana en algunos países, es una película infantil estrenada en 2016 producida por Walt Disney Pictures y Walt Disney Animation Studios. En ella se narra la historia de Moana, una adolescente destinada a ser la sucesora de su padre como jefe de la isla en la que viven. La joven, sin embargo, persigue otro camino, que la lleva en un viaje en búsqueda de Maui, un semidiós de la cultura polinesia que mil años atrás robó el corazón de la diosa Te Fiti y provocó su ira, lo que desembocó en el deterioro de la flora de las islas y en la aparición de creaturas monstruosas en el mar. El camino de destrucción causado por el robo hacia Te Fiti está destinado a continuar hasta destruir cada una de las islas del territorio, a menos de que alguien obligue al mismo Maui a devolver el corazón a su portadora, una misión que emprende la protagonista de la película. Más allá del desarrollo que tiene la trama en esta producción (que por el público infantil al que va dirigido deja por fuera la parte más violenta que la mitología asocia al personaje de Maui1), algo que llama la atención es el deseo de este semidiós de otorgarle a los hombres el poder de crear vida a través del corazón robado, un poder que solo posee Te Fiti. La diosa Te Fiti puede entenderse como la naturaleza misma, pues se presenta en la película como la madre, que dio inicio a toda la creación a través de su poder de dar vida. Este texto busca analizar esta representación de la naturaleza como una mujer y como aquella que se encarga de proveer a los hombres.
En primer lugar, conviene pensar en lo llamativo que resulta, aunque no es del todo innovador, el que se asocie la naturaleza con lo femenino y con la capacidad de crear vida. Si bien es cierto que se trata de una película infantil, que en principio no parece tener ningún fin sexista, sino más bien el contrario, al presentar a una protagonista femenina que es capaz de valerse por sí misma, quizá valga la pena el preguntarse el porqué de la decisión de presentar a la naturaleza de esta manera específica. La mayor parte de la película está basada en la cultura polinesia, y el semidiós Maui es el personaje que contiene más rasgos asociados a la misma, al ser un personaje propio de sus mitos. Lo que resulta curioso es que no se encuentre mucho sobre Te Fiti, la diosa creadora de vida de la película. Esta cultura da mucha importancia a la figura del agua y al océano, algo que queda reflejado en la película; sin embargo, a pesar del culto que quienes pertenecen a esta cultura a diversos dioses, no hay información verídica que indique que estas personas asociaban la naturaleza a una entidad con las características mencionadas previamente. De ahí lo llamativo. En esta producción de Disney Te Fiti es la madre, la única que puede crear vida, al igual que lo son las mujeres en nuestra sociedad. No es nuevo que la naturaleza se encuentre asociada a lo femenino, ni tampoco que sea vista como una madre, pero sí lo es el que en el caso de Moana, Te Fiti, como madre, tenga mucha más agencia y sea un ser capaz de infundir respeto sobre los hombres, para quienes provee, pero a los que no se somete. Aquí ocurre algo similar a algunas narraciones indígenas, para quienes lo natural muchas veces se presenta como una fuerza femenina, pero una que impone respeto, que opera en el beneficio humano mientras este último exista2. Después de la ofensa que representa el robo de su corazón, el poder creador de Te Fiti se convierte en una fuerza destructora que pretende arrasar con la vida que ha creado. Así, la idea de naturaleza en esta película, en un principio, no está ligada a la noción de pasividad y de servicio. La naturaleza no está sujeta a los deseos del hombre, sino que el daño hacia ella implica unas consecuencias negativas para el ser humano. Quizá esto sea lo más acertado en cuanto a la visión de lo natural que presenta esta producción.
Por el otro lado, y una vez dicho esto, hay que mencionar el giro final, que parece llevarse por encima esta noción de la naturaleza que no obedece al hombre. Moana y Maui logran devolver el corazón a la diosa, y su ira se aplaca de manera inmediata y se encuentra la solución al castigo que parecía haber caído sobre la población isleña. Lo problemático de esto es que, si en un principio la naturaleza era capaz de tomar represalias y tener agencia sobre el destino de los hombres y, en este sentido, hay cierto sentido de equilibrio en la relación del ser humano con lo natural, el que al final se perdone al hombre y al semidiós Maui sin que haya una reparación de la ofensa causada resulta un poco contradictorio. Esto tal vez se deba a que la película, a pesar de presentar lo natural como un ser mucho más activo, sigue reproduciendo la idea de que la naturaleza, como una madre, lo sufre y lo perdona todo. Es cierto que se trata de una película infantil, en la que no puede exigirse que el final conduzca a algo perverso, al castigo o a la infelicidad, pero lo que se quiere mostrar es que en esta representación de la naturaleza se plantea un problema que nos agobia en la actualidad. La forma en que vemos la naturaleza condiciona la manera en que nos relacionamos con ella, por lo que el ver la naturaleza como una madre que se encarga de servirnos, que lo entrega todo y que perdona el daño que le causamos tiene ciertas implicaciones éticas. Si la naturaleza es un sujeto paciente que no puede verse del todo con respeto, o al menos de manera más activa, entonces tiene sentido la explotación que sufre a manos del hombre y sus acciones pueden permanecer indemnes, puesto que ésta está al servicio del hombre y es él quien decide sobre ella, una idea que plasma Timothy Morton en el texto Ecology without Nature. De allí la importancia que hay que darle a las nociones de naturaleza que dominan el discurso actual. Es necesario replantear nuestra relación con lo natural desde lo más ‘simple’, como lo son las ideas que asociamos a ello para poder hablar de un cambio en nuestro comportamiento.
Lo que resta por decir es que, en tiempos de una crisis climática global como la presente, la estética de lo natural también juega un rol fundamental, de ahí que sea valioso el pensar con detenimiento la forma en que nos han enseñado a ver lo natural y la manera en que producciones cinematográficas y artísticas reproducen ciertas nociones (incluso a un nivel aparentemente inconsciente) que condicionan nuestra forma de actuar. Parece que, antes de hablar de ecología, es necesario dejar a un lado la idea de que la naturaleza es una madre entregada a nuestro cuidado y que es nuestro derecho como especie evolucionada y superior el dominarla. No se trata únicamente de nuestra preservación, de que la discusión gire en torno a nosotros mismos (de nuevo), sino de dejar de plantear una relación que ubica a uno (el ser humano) por encima de los Otros (lo natural y lo animal). Allí radica el verdadero cambio, en nuestra manera de pensar.
Referencias
Moana. Dir. Ron Clements, John Musker. Walt Disney Pictures - Walt Disney Animation Studios, 2016.
Morton, Timothy. The Ecological Thought. Harvard UP, 2010.
-----. Ecology Without Nature; Rethinking Environmental Aesthetics. Harvard UP, 2007.
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